Mi familia es una de las muchas que perdieron la guerra, llamada civil. En casa no se hablaba de política, salvo cuando llegaba mi abuelo. Tras deshacerse del gabán, el sombrero y la bufanda, decía aquello de “¡¡¡la que se va a liar!!!”, a lo que seguía una buena retahíla de rumores, para mí, ininteligibles. . .
Cada mañana salía hacia la escuela pertrechado de cartera, plumier y bocadillo. Antes de comenzar las clases formábamos, cual militares y, tras alinearnos y cubrirnos, cantábamos, mientras se izaba la bandera y brazo en alto, el “caralsol” o el himno nacional; con letra de Don José María Pemán. Si, si, con letra. . .
Quiero recordar que las asignaturas que teníamos eran Matemáticas, Historia, Ciencias Naturales, Gramática, Geografía, Historia Sagrada, Religión, Gimnasia y Formación del Espíritu Nacional. No sé si me olvido de alguna (véase Enciclopedia Álvarez).
En Historia, se trataba de aprender de memoria largas listas de nombres, batallas y muchas fechas.
La Historia Sagrada, a no confundir con Religión, era un compendio de hechos relevantes que podía resumirse en que Dios Padre decidió tener un hijo (Jesucristo), que a su vez también era Dios y para eso mandó al Espíritu Santo, que también era Dios, para que, en forma de palomita, obrara el milagro de embarazar a una virgen (la madre de Dios) y que, tras el parto, continuaría siendo virgen ¿?.
La Religión consistía, entre otras enseñanzas, en aprender de memoria muchas oraciones (el Padre Nuestro, el Ave María, el Credo, el Yo Pecador. . .). Cada viernes, el Rosario, los ejercicios espirituales (periódicamente), el mes de María (mayo), etc.
De la Historia lo más importante era alcanzar el conocimiento de nuestro glorioso pasado, hasta somatizar que España era “una unidad de destino en lo universal”. Ahí queda eso.
Cuantas gracias le he dado a Dios pues, pudiendo haberme hecho nacer en cualquier birria de país, me hizo español.
Guzmán el Bueno (¿?) y su paralelismo con el Alcázar de Toledo, el Rey Boabdil, al que los Reyes Católicos echaron a gorrazos de Granada, mientras su madre le decía aquello de “llora como una mujer lo que no has defendido como un hombre”. En fin. . .
Esta asignatura entroncaba con otra, Formación del Espíritu Nacional (FEN), que constituyó mi más claro y rotundo fracaso académico. Y digo fracaso pues, más o menos, en el resto de asignaturas aprendí algo, entendí algunos conceptos. Declaro avergonzado no haber entendido nunca, ni sabido jamás, ni tan siquiera haber sido capaz de llegar a formular una breve definición de qué es, o para qué sirve la Formación del Espíritu Nacional.
Sin embargo, en estos últimos tiempos, he reparado en mi error; craso error. Yo fracasé en FEN pero, FEN, triunfó en muchas otras cabezas.
Las reacciones furibundas ante la posibilidad siquiera de un debate social y civilizado sobre el concepto de Estado, o sobre el concepto de Nación, ha levantado una oleada “testosterónica” que evidencia mi notorio error. Claro que FEN dejó huella y afirmo hoy, que muy profunda.
Creo que en materia de Historia alcancé el Nirvana cuando fundí en mi mente que la Santísima Trinidad, Colón y Franco, eran una sola “cosa” (una segunda trinidad) y esa “cosa” es la que daba sentido a la vida de los españoles, es decir, a mi propia vida ¿?.
Ahora me acuerdo de ti, amigo Ricardo, cuando un día, paseando por la playa me dijiste aquello de. . . Ángel, haber tenido la formación que tuvimos y no ser hoy unos peligrosos psicópatas, tiene su mérito ¿?.
Recuerdo la angustia que viví en los meses que precedieron a mi Primera Comunión. Cuando el cura (Don Marcelino) pusiera en mi boca la hostia consagrada, no debería tocarla con los dientes, pues era el cuerpo de Cristo y tenía que disolverse en la lengua, sin que se pegara siquiera al paladar. Lo contrario sería sacrilegio. Pánico en mis venas. . .
El curso venía a durar unas 36 semanas y cada semana tenía 34 horas lectivas. Es decir, que un curso completo se componía de unas 1224 horas. . . Hago el ejercicio de calcular las horas totales de un año y resulta que son 8760. Eso quiere decir que las horas lectivas representaban un 14% de cada año en nuestras jóvenes vidas.
Amigo Ricardo, aquí tienes la respuesta. El antídoto contra la psicopatía son las 7536 horas de que disponíamos para desintoxicarnos ¿?. Bueno, al menos eso creo poder decir yo, porque otros. . .
Te recuerdo “Sebas”. Te recuerdo a ti y al tricornio de tu padre. . .
Ese tricornio que te servía de paraguas y que te permitía robarme, descaradamente, la goma, los lápices Alpino y hasta, algunos días, el bocadillo. No sé, mi casi olvidado amigo, si esas 7536 horas habrán hecho en ti tanto bueno como en mi hicieron. Lo deseo.
Pero la mano de la formación, que es muy larga, consiguió crearme muchos problemas. Por citar uno, recuerdo que, en Mayo (mes de María), teníamos que llevar rosas para adornar su altar.
El séptimo mandamiento: ¡¡¡No robarás!!!
Cómo resonaba en mi mente el séptimo mandamiento cuando, por no tener dinero para comprar rosas y siendo ineludible llevarlas, iba robándolas por todos los jardines que separaban mi casa del colegio.
Ineludible digo pues, Don José, el profesor de Formación del Espíritu Nacional, con su camisa azul y su yugo bordado en el bolsillo, repartía (con perdón) bofetadas como panes a los que no las llevaban. . .
En fin, podría extenderme más, pero se me está cortando la digestión con tanta ironía. Me prometo, no obstante y a no mucho tardar, pensar y si es posible, escribir sobre aquellos en los que la doctrina de la FEN arraigó y de qué manera. Sólo una más para concluir.
Es una pena, una pena muy grande que nuestros hijos y nietos no puedan disfrutar hoy de tan equilibrada y poco adoctrinante formación.
A nuestros hijos y nietos se les enseñan cosas muy raras. . . De entender, más que de aprender, de leer entre líneas, del “qué”, del “por qué” y del “para qué” de las cosas, del entorno cercano, de (y en) nuestra lengua natural, de nuestra cultura. . .
¿Cómo podrán vivir sin saber, de memoria, la lista de los Reyes Godos o el poema del Mío Cid?. ¡¡¡Pobrecitos!!!
Ángel Suárez