En tiempos de la Transición los políticos españoles tenían más comprensión, más tolerancia y más capacidad de pactar, y lo demostraron materializando la ley de partidos (incluido el comunista) y creando la Ley de leyes. Muchos de ellos hacían unos discursos parlamentarios con enjundia, con estilo, dignos de ser escuchados. Se notaba que eran mas cultos y a menudo no leían sus alegatos.
Hoy en día las cosas han cambiado. La mayoría leen sus discursos y las réplicas. No digo que no tengan carreras universitarias, no, pero la cultura se adquiere leyendo mucho y escuchando mas. Después de acabar la carrera se apuntan a un partido político y a vivir, si tienen suerte y paciencia; tienen poco bagaje socioeconómico y poca capacidad de pacto. Existen multitud de partidos parecidos, cada uno sigue a un líder y no se comprenden entre ellos. No les preocupan demasiado sus representados, hacen lo que decide el líder o unos pocos. Ceden pocas veces y a menudo se cambian de siglas, con lo cual el electorado se confunde a la hora de votar o intentan que se confunda, p. ej. Convergencia, Unió, Convergencia i Unió, Convergents, PDCat, Junts pel Si, Junts per Catalunya, La Crida, etc.
Por otra parte, algunos son incapaces de llegar a acuerdos, transigen poco y cada partido va a lo suyo. Ejemplos de lo que digo se puede ver en las Autonomías de Murcia y Madrid, en las que los tres partidos de derechas son incompetentes para acordar sus gobiernos. Algo similar pasa con el PSOE y UNIDAS PODEMOS (solo mujeres?), que se pelean por carteras y no por contenidos políticos. Lo mismo pasa con ERC y JxCAT en Cataluña. Si cada uno tira por su lado no llegaremos nunca a acuerdos. Por ello, porque hay muchos partidos con ideologías cercanas, los votos quedan demasiado repartidos y a veces no se pueden formar mayorías ni gobiernos, resultando nuevas convocatorias de elecciones que conllevan gastos y parálisis del ejecutivo.
Consecuencia de lo anterior es que no suman suficientes votos o escaños para gobernar aunque se alíen diferentes partidos, hayan ganado o no las elecciones. El ejemplo lo tenemos en la alcaldía de Barcelona que fue ganada por ERC pero que gobiernan els Comuns, ayudados por PSC y Valls.
La actual ley electoral no favorece al partido que gana las elecciones, ni en algunas ocasiones al segundo. Supongamos que para gobernar una institución de 25 escaños y 7 partidos sale un resultado como el siguiente: 7, 5, 4, 3, 3, 2, 1. Si se unen los 5 últimos ganan a los dos primeros. Consecuentemente, los votantes de los dos primeros partidos se pueden preguntar para qué he votado yo si no sirve para nada. Evidentemente que habría mas problemas para gobernar pues es difícil pactar el día a día si son 5 partidos diferentes, pero eso va incluido en el sueldo.
Para solventar este problema en Grecia regalan por ley 50 escaños al partido ganador. Otra solución es hacer una segunda vuelta con los dos partidos ganadores. Y una tercera podría ser que si el primero no saca mayoría absoluta, cosa inverosímil en la actualidad española, se unieran por ley para sumar y gobernar los dos partidos primeros, y si no suman con el tercero. Así darían júbilo democrático a los votantes de los primeros partidos y que fuesen los políticos quienes tendrían que ponerse de acuerdo para gobernar y legislar, es decir, que el pacto estaría obligado por ley. Aunque no es el caso, en Alemania hace años que gobiernan los dos partidos mayoritarios unidos, uno de derechas y otro de izquierdas. Claro que la mentalidad alemana es diferente de la española.
Tomás Munilla León